Wednesday, December 26, 2007

El Perfume


No sé cómo es que uno se olvida de los olores con el tiempo y sin embargo eventualmente el elemento más aleatorio lo resucita como si estuviese pasando de nuevo. Hace muchos años, cuando todavía mi papá era completamente infeliz y tenía dinero, él usaba perfumes como si fueran calzoncillos: no sólo los cambiaba con frecuencia, sino que los usaba el día entero, y al final ya apestaba.

Aparentemente, la fricción continua del shampoo de miel de abeja (fricción absolutamente necesaria, porque bañar a una cachorrita de 3 meses de edad y 15 libras de peso no es tarea fácil si ella así se lo propone), al cabo de un rato termina oliendo a Drakkar Noir ... o alguna otra de esas pestilencias que usaba mi papá. También es increíble cómo uno le puede tomar cariño a un olor que en cualquier otro caso terminaría provocando una migraña.

Al oler eso, la memoria viajó a una parte que hacía tiempo no visitaba. Era una época problemática, de consternación y confusión. Todos esos años en los que mi papá no fue feliz y en los que no sintió la necesidad de ocultarlo sirvieron para conocer un lado de él que prefiero no repetir. Era algo gris, opaco, oculto, oscuro. Los regaños provocaban más terror del que pueda tenerle uno a mi papá en estos días, y los momentos felices frecuentemente tenían la sensación de un chocolate hueco.

Mis hermanos y yo creo que nos acostumbramos a ese tormento interno de nuestro papá, creo que por eso nos rebelamos tan asquerosamente cuando al fin conoció a alguien que lo hizo sonreír desde adentro nuevamente. En ese momento, mi papá dejó de usar perfumes. Creo que finalmente ya no le hacía falta la máscara.

1 comment:

Unknown said...

mi papá usa Drakkar. jaja =-)